El fin

Hace meses que este blog no se actualiza.
Y todos sabéis por qué: RESISTEnce ha caído. Ya no hay nada que hacer.
Hace ya muchas semanas que perdimos Madrid, al igual que otra muchas capitales. Todas, en realidad.
Aquí, en Zaragoza, Ana, que era la que aglutinaba a los pocos que quedabamos, desapareció sin dejar rastro. Nadie sabe qué ha sido de ella. Hablaba de extrañas llamadas de teléfono y de un pasado que la reclamaba. Creo que también ella perdió la cabeza.
A mí me ha costado un montón dar con la contraseña del blog de Ana, por eso no he podido actualizarlo antes. Por fin lo he logrado, aunque, a estas alturas, me pregunto si tiene algún sentido mantenerlo abierto.
En cualquier caso, ya no importa nada, hemos sido derrotados. Todas las calles sin excepción han sido tomadas. Unos pocos intentamos sobrevivir como podemos, aunque sabemos que no servirá de nada; tarde o temprano nos descubrirán.
Estoy seguro de que ya nadie leerá esto, no tiene ningún sentido seguir narrando las vicisitudes de una resistencia venida a menos, derrotada y diseminada, que ya no lucha y que escasamente puede sobrevivir.
Este mensaje es una despedida. No sé cuánto podré sobrevivir.

Pero, Ana, Ana Coluto, si todavía vives, vuelve, por favor, te necesitamos. Tú siempre has sido nuestra única esperanza. Y también te hemos perdido.
Como sé que nunca nadie leerá esto, también me atrevo a decir que te amo, oh, Ana, desde que te conocí en medio del fragor de nuestras batallas sin sentido, desde que me uní a tu causa perdida, desde que vi tu sonrisa en la noche sin luna, desde que la locura nos unió en nuestros desvaríos.
Oh, ahora todo ha llegado a su fin. Adios, Ana. Adios a todos.
Solo espero que Ellos no sean demasiado crueles. 

Alpartilejo

8_La llamada

Ha sonado mi móvil. Algo extraño; en estos días no funcionan bien, la mayor parte del tiempo no tienen cobertura (supongo que las antenas que hay en calles tomadas no funcionan bien). No aparecía ningún numero en la pantalla. He sentido una punzada de desasosiego. Y, a pesar de las dudas, finalmente he contestado.
Y el mundo se ha venido abajo.
Hay una cosa que una madre jamás olvida: el llanto de su bebé. El sonido que anticipaba el biberón cada noche, que anunciaba las crisis de gases, que indicaba su descontento con algo...
María estaba llorando al otro lado del teléfono.
Que quede claro. El llanto era el de María, no me cabe ni la más mínima duda. Que nadie lo cuestione, no, que no se le ocurra a nadie cuestionarlo. María lloraba quedamente, como cuando tenía sueño, como lo hizo durante todo el día después de que la vacunaramos, como cuando buscaba mimitos, como cuando estaba cargada de mocos.
Me he quedado sin palabras. He mirado el teléfono, incrédula, pero en seguida me lo he vuelto a poner en la oreja. Por Dios, era María llorando. Claro que era ella.
Cariño, he dicho de forma entrecortada, María. El llanto ha cesado durante unos instantes, como si me escuchara, como si reconociera mis palabras. Luego, ha seguido llorando, quizás un poco más fuerte, hipando como solía hacer.
Imagina las llamas heladas que he sentido. Mi hija muerta estaba llorando al otro lado del teléfono.
María, la niña que dejé unos instantes sobre el cambiador, al retirarme solo un par de pasos para coger las toallitas húmedas. La niña que giró sobre si misma a la velocidad con la que se agitan los bebés y cayó al suelo desde poco más de un metro; la misma cuya cabecita golpeó contra las baldosas sin ningún tipo de amortiguación. La bebita que quedó quieta y muda mientras el charco se hacía cada vez mayor. La que estuvo tres días en coma y finalmente se apagó cuando el interior de su cabeza fue incapaz de reabsorber la sangre acumulada. La niña que yo había matado en un descuido.
Cariño, no llores, por favor, cariño, ¿qué te pasa?
No he podido evitarlo, he caído de rodillas y he comenzado a llorar. Durante unos instantes hemos configurado un extraño dúo. De repente el sonido ha cesado. Y he quedado sola, desorientada, rota.
He permanecido mucho tiempo mirando el teléfono, sin poder pensar en nada que no fuera mi niñita rota. Hasta que ha aparecido Alpartilejo; es un cielo, me ha acogido en sus brazos y me ha ayudado a levantarme. ¿Qué te pasa, Ana, qué te pasa?, me preguntaba. No le he podido responder.
Al rato me he acordado. Alguien me dijo que recibiría una llamada inesperada.
Voy a volverme loca. Todavía más.
Ahora no me separo del móvil, quiero volver a escuchar a mi hija muerta. Confío en que si vuelve a llamar, se ría.

07_Uñas


Desde hace ya un tiempo estamos intentando idear una forma de diagnóstico por tacto para detectar las calles tomadas. Finalmente quiero comunicaros que quizás hayamos realizado algún avance en este sentido.

El diagnóstico por tacto es muy arriesgado ya que todos (bueno, al menos todos aquellos que no niegan la realidad) sabemos lo que ocurre cuando te adentras en una calle tomada. A priori este tipo de diagnóstico parece tan arriesgado como querer comprobar si algo es la boca de un cocodrilo, metiendo la cabeza en ella.

En un principio probamos a tumbarnos en una esquina introduciendo solo una parte del cuerpo en una calle de la que supiéramos positivamente que se encuentra tomada. Plantábamos solo las palmas de las manos sobre el cemento y esperábamos. Percibimos numerosas variaciones de temperatura sin explicación aparente, pero eran demasiado subjetivas, no pudimos certificarlas con ningún tipo de termómetro. Pero el problema es que es muy difícil delimitar aquella línea que marca una calle tomada de una que no lo está, si te adentras demasiado disparas la amenaza, con el riesgo que conlleva, y si te quedas lejos, no tienes la certeza de realizar un buen diagnóstico.

Pero Alpartilejo está resultando todo un hallazgo y tiene ideas geniales. Se le ha ocurrido que en lugar de tocar el asfalto con las palmas de las manos, giremos las muñecas y rocemos el suelo con las diez uñas a la vez (es curioso, pero solo funciona con las palmas hacia arriba), entonces es cuando, si la calle está tomada, surgen unos pequeños chisporroteos claramente perceptibles. Desconocemos el fundamento científico para este fenómeno, pero creemos que puede deberse a que la dureza de las cutículas forma una especie de barrera natural ante la energía “tomadora”.

Las aplicaciones prácticas pueden ser muchas y el sistema es bastante rápido: Mientras tanto seguimos trabajando otras líneas de investigación relacionadas con animales y sobre todo con el sonido. El descubrimiento de que las melodías en Sol menor afectan a los tomados, es fundamental, el más importante desde que se desató el caos, por fin podemos tener un factor que dispara los fenómenos de forma más o menos controlada.

Seguimos trabajando con desesperación.

06_El mail


A veces llegan comentarios y correos que me sorprenden de verás. Pero esta mañana he recibido un e-mail muy especial que me ha helado la sangre en las venas. Lo transcribo a continuación:

Ana, no sé si podré acabar este mensaje, así que si llega sin terminar será porque me han interrumpido y me he visto obligado a darle a “enviar” sin perder ni un segundo.
Dicen que estoy loco, seguro que te suena la cancioncilla, pero en mi caso no se trata de un sentido figurado, lo afirman los doctores que me internaron hace ya mucho tiempo en este… ¿sabes cómo llaman ahora a los manicomios?, centros de rehabilitación Psicosocial. Tiene gracia, a mí ya nadie me rehabilitará. 
Hace años que sé lo de las calles tomadas, pero ni siquiera yo podía creerlo. Primero son pequeños signos, luego…, bien, no perderé más tiempo contándote los que ya sabes. El caso es que cuando descubrí la verdad decidí enfrentarme a Ellos.
Ellos son aquellos con los que te cruzas cada día de camino al trabajo, son los vecinos que no te miran cuando coincides con ellos en el portal, los grupitos que beben en las terrazas de los bares, el conductor del autobús que arranca cuando ve que corres para llegar a la parada, los compañeros de trabajo que forman corrillos y se callan cuando te acercas, las mujeres que arrastran carros de la compra que gotean sangre…
Son todos Ellos. Pero le eché valor y les hice frente. Con energía, con violencia.
Y… y acabé aquí. Con las manos ensangrentadas. Como las tengo ahora mismo.
He acabado con el celador, era uno de Ellos. Y con la enfermera jefe, también lo era. Y me he puesto en el ordenador para intentar avisar sobre las calles tomadas, cuando Google me ha llevado a tu blog y me he dado cuenta de que muchos ya sabéis la verdad.
Tened cuidado, yo sé muchas más cosas. Apenas estáis descubriendo la punta del iceberg. Espero poder unirme pronto a vosotros. Tened un poco de paciencia. Ya voy.
Ah, había un tipo chalado que hablaba en tu blog de los gatos, se equivoca, no tiene nada que ver con ellos, pero sí con las uñas.
Ah, Ana, también sé que recibirás una llamada inesperada.
Bien, ha habido suerte, nadie me ha interrumpido, quizás pueda escapar. Allá voy.
Enter.
 

Cuando lo he leído me he estremecido. Es aterrador. Este es el tipo de personas que hace desmerecer nuestra causa y cuyo trato solo acaba en tragedia. Ruego para que no llegue nunca aquí, antes me anexiono. No queremos asesinos ni psicópatas en nuestras filas. Nosotros no somos como ellos.
En cualquier caso investigaré lo de las uñas.



05_ El colutorio

En estos días difíciles la soledad está mucho más presente, hay quien no se atreve a salir de casa o quien rehuye todo contacto humano. Otros ni siquiera hablan. Los problemas para conseguir comida o medicinas hacen que todos desconfiemos de todos.

Incluso a mí, que, desde lo de María, estoy acostumbrada a la soledad, se me hace difícil en ocasiones. Por eso, al principio, agradecí que otros se unieran a mi causa y formáramos un frente común, como esos grupos de súper héroes de los tebeos que leía mi hermano cuando éramos críos.

Yo les abrí mi casa, les brindé mis posesiones y les acogí incondicionalmente. Tanto es así que cariñosamente comenzaron a referirse a mi casa como “El colutorio”, ja, ja, la casa de Coluto, nuestro pequeño cuartel general. Admito que al principio me hizo gracia, pero ahora estoy un poco harta. Cada uno busca su propio beneficio; por ejemplo: Lonces se incorporó al grupo con ganas e ideas, de hecho fue uno de los primeros en responder a mi llamada. Pero las personas siempre te acaban fallando, (como me pasó con Claudio, pero eso es una historia que sucedió en otro mundo). El caso es que Lonces está muy limitado debido a sus manos ortopédicas y es cierto que se encuentra impedido para determinadas tareas. Pero eso no le da derecho  abusar de la gente o a mostrar una personalidad violenta y desagradable. La convivencia fue deteriorándose rápidamente. En el debate sobre Mercazaragoza fue él quien desató los enfrentamientos. Luego ya explotó todo con el conflicto de la habitación de María.

Bueno, el caso es que se ha marchado del piso. Ha dejado el… colutorio. Y yo me siento mal. Creo que me ha caído una responsabilidad para la que no estoy preparada. No tengo fuerzas para seguir luchando, yo no quiero ser un líder fuerte que guíe a los demás. A veces en los comentarios del foro la gente me da ánimos y me invita a seguir luchando por la causa, pero todas esas frases producen en mí el efecto contrario. Yo no quiero encabezar ninguna revuelta, no deseo luchar contra Ellos. Solo quiero que esto acabe de una vez y dejar de preocuparme por cada ruido, por cada sombra y cada olor metálico.

Después de que Lonces se marchara dando un portazo y gritando que estoy loca, he entrado en la habitación de María. Todo sigue como entonces. Es cierto que la habitación es grande y que está desaprovechada; permanece vacía mientras otros se ven obligados a compartir el salón a la hora de dormir. Claro que sí, era la habitación de ella. María.

He pasado, despacio, mis dedos por los muebles, acariciando el acolchado del cambiador, el tejido del peluche. Y he mirado al suelo. He tenido que cerrar los ojos. El suelo. No he podido evitarlo y me he puesto a llorar como una imbécil. Nadie sabe lo que pasó con María. Nadie sabe por qué no quiero que nadie ocupe su habitación. Nadie sabe cómo me siento.
 Alpartilejo ha tocado en la puerta. Ana, ha preguntado, ¿estás bien?, ¿te pasa algo? ¿Es por el creído de Lonces? No le hagas caso, es un idiota, ¿A ver dónde va a estar mejor que aquí con todos?     

Me he frotado los ojos y he tragado saliva. Estoy bien, ahora salgo, espera, Alpi. He procurado recomponerme y he lanzado una última mirada mientras me sorbía los mocos. Esta es la habitación de María. Todo está como cuando sucedió, exactamente igual. Incluso la sangre en el suelo, claro.

No quiero que esté sola, la soledad es muy dura. Esta es su habitación. Y me tiene a mí. No, cariño, no te preocupes, no entrará nadie en tu cuarto, le respondo. Sí, claro que te quiero.


04_Paseo Independencia

En la foto, tomada tras las lluvias de ayer, se aprecia a simple vista que el paseo de Independencia y la Plaza de España se encuentran tomadas, sin embargo a partir de la esquina del Coso todavía queda esperanza.

03_Las noches y el día


Las noches son terribles, es cuando tenemos que aprovechar para recopilar información, cuando se pueden detectar las calles tomadas con más seguridad, cuando las sombras nos encogen en alma mientras nos enfrentamos a nuestra peligrosa tarea. Apenas dormimos, salimos a las avenidas libres para comprobar hasta donde llega la intrusión, armados de hipótesis descabelladas, de incompletos sistemas de diagnóstico y de mucho temor.

Pero el día es aún peor, mucho peor. Las calles recobran su actividad con una pretendida normalidad inexistente. Zaragoza se convierte en el decorado penoso de una función de fin de curso, queriendo representar lo que no es. Puro cartón piedra mal dibujado, con perspectivas erróneas, figurantes estirados dando paseos sin rumbo y un mal libreto sin guión ni final.

Esta mañana un viejo me ha señalado con su dedo acusador. Estáis locos, todos estáis locos, ha dicho con tono tan seco como la piel de su rostro, y ha comenzado a arañar con su dedo curvo la pegatina de RESISTEnce que yo acababa de poner junto a un bazar chino cerrado. Algunos otros viandantes se han girado hacia mí con la rigidez de los malos actores. Me he apresurado a bajar la cabeza y a alejarme. No quiero problemas, cada vez hay más anexionados. Estáis locos, ha gritado de nuevo mientras hacía una bolita con la pegatina. He acelerado el paso, pero no he podido evitar echar un último vistazo hacia atrás. No estoy segura, pero me ha parecido ver que el viejo se introducía la pegatina en la boca y la masticaba con cara de gozo, ante la envidia de los demás.

En cualquier caso, sus palabras adustas y cortantes se han quedado flotando en mi mente como los restos de un naufragio. Puede que tenga razón. Quizás esté loca. Es más que probable. Sí. Estamos locos por seguir luchando.
He vuelto algo más tarde y he plantado una nueva pegatina. La tienda olía a electricidad.